Hoy he recibido un
mensaje de una buena amiga keniana. Me preguntaba que si había leído las
noticias, que algo terrible había ocurrido. Llegué pronto a casa con ansias de
encender mi ordenador y entender lo sucedido. En las portadas de todos los
diarios digitales aparecían titulares análogos… una matanza a punta de pistola
en el contexto de un ataque terrorista estaba teniendo lugar en ese mismo
instante en Nairobi, la capital de Kenia.
Mi asombro aumentó
cuando viendo las imágenes de la tragedia pude reconocer el suelo, las paredes,
aquel recinto. En efecto, hace poco más de un año yo estuve con mis amigos
paseando y cenando por aquellos grandes almacenes que hoy se han convertido en
el escenario de un terrible suceso.
Uno se estremece al
imaginarse que hace cuestión de meses charlaba y reía mientras tomaba algo de
comida rápida en esa planta hoy atestada de sangre, víctimas, rehenes y
terroristas.
Esta misma amiga me
dice que, en este preciso instante en que redacto estas líneas, conoce a al
menos un par de rehenes que siguen sufriendo este secuestro armado. Ya se cuentan más de cuatro decenas de muertos. Es difícil
creer e imposible de entender que aquellos titulares impersonales, lejanos y
casi ficticios que leemos en los periódicos puedan ser en realidad tan cercanos…
o lo que da más miedo, tan inminentes.
De la identidad de los
terroristas poco se sabe. Los testigos dan su versiones: hombres ataviados con
turbantes y ropas tradicionales de corte árabe, rasgo somalíes, frases en
aquella lengua semita, avisos y oportunidad de escapatoria para los musulmanes…
aún no hay nada confirmado, pero esos datos apuntan al grupo terrorista somalí Al-Shabaad,
con el que Kenia mantiene una guerra abierta y por los que los primeros ya han
atacado en el pasado en Mombasa (en la cosa) y en la propia Nairobi…
Uno de esos ataques tuvo
lugar en la calle principal y más transitada de la capital. Aquella amiga mía
recibió un mensaje mientras estaba conmigo; alguien que conocía había perdido
la vida en aquel ataque. Ahora los keniano vuelven a tener el alma en vilo
hasta que esta nueva pesadilla acabe.
La única conclusión
clara es que parece que no hay lugar en el mundo libre de peligro, ya no, hoy
no.
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