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domingo, 27 de octubre de 2013

Las Bodas en Ruanda

1 comentario:
 
           En casi todas las sociedades las bodas son el centro de la vida de cada persona y por ende de la comunidad convirtiéndose en el acto social por excelencia. En cada país, con esta excusa los invitados, como si de una obra teatral se tratara, forman parte de un escenario particular en el que las tradiciones, la cultura y las mejores galas se sacuden el polvo.

Una de las mejores maneras de adentrarse en los entresijos culturales de una sociedad es a través de las celebraciones de nuevas uniones en matrimonio de sus miembros. El único problema es que hay que ser invitado… Yo tuve la suerte de ir a una en Kigali durante mi estancia en Ruanda.

En aquella capital africana, residí durante un par de semanas en un hostal mientras buscaba piso. Allí me hice amigo de un viajero estadounidense. Un buen día pasó por el hostal contándonos que estaba invitado a una boda y que tenía permiso expreso para llevar a algunos amigos. Era una oportunidad divertidísima para conocer mejor la manera de vivir de los ruandeses aparte de una excusa para pasárselo bien.

Una típica boda ruandesa consta de tres fases a la que se le puede añadir una cuarta. La ceremonia religiosa, una sesión de fotos de protagonistas e invitados (esta podría ser prescindible), el convite y la “mudanza” de la novia (Gutwikurura).


Los contrayentes eran cristianos protestantes así que la ceremonia religiosa tuvo lugar en la iglesia de su denominación por la mañana. El acto no distaba demasiado de una celebración religiosa a la occidental. Traje blanco y voluminoso para la novia. Chaqueta y corbata para el novio y mayoría de caballeros. El código de vestimenta entre las invitadas era más flexible: a la occidental, a la africana (estampados y tocados autóctonos) o más concretamente, a la ruandesa, con una tela anudada sobre uno de los hombros.



La ceremonia fue conducida en la lengua local: el kinyarwanda. El pastor protestante fue tan amable de resumir su sermón en inglés teniendo en cuenta que había un reducido grupo de extranjeros (nosotros) entre los asistentes.

De allí nos trasladamos en minibuses provistos por los contrayentes hasta unos populares jardines para hacernos las fotos de familia para inmortalizar el día. Eran muchas las bodas que se celebraban aquel día y todas eligieron los mismos jardines.

Posteriormente nos llevaron al lugar de la celebración en sí. Un local amplio, muy bien acondicionado y dispuesto en forma de escenario acogería a los invitados sentados entre “el público” por un lado, y los novios, damas de honor y padrinos quedarían expuestos sobre aquel “escenario” por otro. No había comida… ni alcohol… pero había refrescos. Los camareros repartían a cada invitado una botella de Coca-Cola, Fanta o Sprite con una pajita mientras el sonido del destapar de las chapas se repetía rítmicamente por toda la sala.



El recinto estaba lleno. Todos permanecíamos expectantes contemplando a los novios que presidían el evento desde lo alto. La música comienza a sonar. Era música en directo, folclore ruandés, instrumentos autóctonos. Las puertas traseras se abren. Entra en la sala un grupo de baile ataviados con trajes y vestidos típicos del país separados en dos filas: hombres en un lado y mujeres en otro. Los movimientos son pausados, rítmicos, muy armónicos y elegantes. Los varones portan lanzas. Los contrayentes contemplan el espectáculo de pie. El despliegue de bailarines toma la zona delantera del recinto, diáfana y sin invitados para mostrar sus destrezas en el campo de la danza.





Llega el momento en que el baile alcanza su postura más famosa y estereotípica: hombres y mujeres elevan los brazos algo arqueados y se desplazan lentamente al son de la música. Esta postura de los brazos emula a los cuernos de las vacas ruandesas. Un animal que recibe un respeto y afecto de la población local extraordinarios. Las vacas ruandesas, además de ser francamente bonitas, dan una leche de alta calidad (aunque en menores dosis diarias que las europeas). No es por nada que en Ruanda, uno de los mayores piropos que un hombre puede regalar a una mujer es decirle que tiene “ojos de vaca”.







La danza, que ameniza la ceremonia, va siendo interrumpida por los momentos cumbre y a veces hasta pesados de las bodas de la región: los discursos. Allí todo el mundo tiene turno de palabra. Padres, padrinos, abuelos, hermanos, representantes y jefes del clan, familia, tribu; amigos, compañeros de trabajo y juegos de la infancia… todos… Y cada discurso es largo y en lengua local. En este momento también tienen lugar las entregas de regalos.


Tras varias horas de celebración pasiva nos desplazamos a una nueva ubicación: la casa del novio. Esta última fase se podría llamar la de la “mudanza de la novia” (Gutwikurura). La tradición indica que esta celebración tenga lugar una o dos semanas después de la boda, pero como los propios asistentes al evento explicaban, la vida moderna impide prolongar los festejos tantos días obligando a fusionar varias celebraciones en el mismo día.


La idea detrás de este acto es la siguiente: la novia, después de la boda se muda a la casa del novio. Allí quedará recluida junto con su flamante marido durante un tiempo (una o dos semanas) sin ninguna obligación doméstica: no cuenta ni con instrumentos ni con sus pertenencias. No puede mover un dedo. Sólo podrá descansar y pasar tiempo con su esposo que hará lo mismo. Después de este periodo, las familias y amigos de los recién casados se dan cita en su casa para reafirmar la aceptación de la unión (más y más discursos), comer (sirven buffet) y traer todas las pertenencias de la novia, muchas de ellas, en las tradicionales cestas ruandesas (símbolo del país).






Para llegar a la casa del recién estrenado marido, compartimos coche con unos amigos de su familia. Como curiosidad diré que en Ruanda, en 2013, las calles no estaban nombradas. Para llegar a un sitio había que dar lugares conocidos como referencia y para indicar la celebración en una casa concreta se ponen ramas de bananera en las esquinas de las calles que conducen a la vivienda o local del evento.

En el jardín del contrayente había instalada una carpa, comida y como decía antes: discursos. Durante esta ceremonia la novia lleva el vestido tradicional ruandés. Los recién casados brindaron con Fanta... y en fin, la boda había concluido. Ya eran marido y mujer. Y aunque esperábamos algo de fiesta y bailes al final… el evento se había alargado un poco y los invitados se fueron en lugar de comenzar lo que nosotros entenderíamos por una fiesta a la occidental.


Una experiencia fascinante y ¡qué vivan los novios!



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1 comentario:

  1. Manu!! Me ha encantado la boda y los piropos a la ruandesa!! A mi Uganda me encanto, aunque vaya tela los atascos... Sigue contandonos tus aventuras!! Leti

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