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lunes, 25 de marzo de 2013

Semana Santa desde el Extranjero

2 comentarios:
 


            Recuerdo muy bien la primera vez que me perdí la Semana Santa de Málaga. Tenía 16 años y estaba cursando primero de Bachillerato en Tennessee, Estados Unidos. Mi madre, que siempre ha luchado para darme una buena educación, decidió mandarme a estudiar fuera para así aprender inglés. Sabía que pasar todo un año lejos sería divertido, una gran experiencia, pero también un sacrificio. No sería posible volver a mi tierra cada vez que un acontecimiento importante tuviera lugar. Fue así como decidí, desde un principio, sacrificar la Navidad y poder así regresar a mi ciudad en primavera, para la Semana Mayor. Era una dura elección, pero parecía más liviana que la de alejarme de la semana en la que los cinco sentidos se colman y donde el folclore va de la mano de la espiritualidad en un encuentro tangible con Dios.

Los meses; sin embargo, fueron pasando y mi familia de acogida americana terminó convenciéndome de volver a casa con los míos por Navidad ya que por cuestiones familiares (una reciente defunción), las Navidades bajo aquel techo quedaban más o menos canceladas.

Creía estar preparado para fallar a la cita con mi cofradía aquel año 2004. De Málaga me traje mis CD´s con marchas, la publicación de “La Saeta” con fotografías de todas la hermandades y un DVD que regalaban aquel año. En el colegio me pidieron que diera un par de charlas sobre nuestra Semana Santa a los estudiantes de español. Les expliqué en qué consistía, traté de hacerles entender que un nazareno no tiene nada que ver con el KKK y hasta les traduje “La Saeta” de Serrat para acercarles un poco más a este sentimiento nuestro.
Como decía, creía estar preparado. No obstante, recuerdo como cada noche me dormía con lágrimas en los ojos escuchando aquellas cornetas y tambores; claro está, con auriculares. Sin embargo, era un año de innovaciones: mi familia me llamó ilusionada cuando se enteró de que el Diario Sur, en su flamante versión digital, planeaban retransmitir en directo las procesiones. No me lo podía creer. La conexión de internet en mi casa no era apropiada; así que pedí a mi vecina, buena amiga mía, que durante los días en que se representa la pasión, muerte y resurrección de Jesús, pudiera ir a su casa a disfrutar en directo. Ella aceptó y de ese modo, con los ojos muy pendientes de aquel pequeño recuadro en el monitor, contemplé, con 6 horas de diferencia horaria, los desfiles procesionales que tanto añoraba. Con emoción envié un mensaje de agradecimiento al soporte del Diario Sur diciendo que, desde Tennessee, se agradecía su labor. Sentí un escalofrío cuando ese locutor, que era mi enlace más tangible con mis raíces y ciudad en aquel momento, me nombraba y leía el mensaje.

Por otro lado, mi amiga norteamericana miraba con fascinación aquellas procesiones. Jamás había visto algo parecido. Fue entonces cuando prometió que algún año vendría a Málaga y las vería en directo. Y así fue. Varios años después voló a mi ciudad, se hospedó en mi casa y se quedó perpleja con nuestra tierra, tradiciones y manera de vivir la fe. Se metió de lleno en nuestra Semana Santa. No faltó a casi ninguna salida. Aún sonrío al recordarla gritar emocionada y con marcado acento estadounidense “el Moreno”, respondiendo a la pregunta de “¿Quién es el más guapo?” en el encierro de Gitanos.

Yo soy Malagueño, de 25 años. Desde que tengo un mes de vida soy hermano de la Expiración. Desde pequeño he salido de nazareno con túnica morada siguiendo a mi Cristo. Con 18, saqué el trono. En dos ocasiones he visto como la lluvia me impedía tener ese mágico encuentro y estremecerme al darme cuenta de lo que llevaba sobre el hombro. Me gusta callejear, colarme en la multitud, sentir el ritmo de las marchas, tomarme un limón “cascarúo” mientras espero a una Virgen en Carretería, me emociono y disfruto con la Semana Santa... en fin, soy un cofrade más.

La segunda vez que me la perdí fue en 2012. En esta ocasión estaba en Tanzania. Tras terminar derecho, descubrí que mi vocación es internacional y que deseo trabajar para la ONU en la protección de los derechos humanos. Conseguí unas prácticas en aquel país africano con el Tribunal Penal Internacional para Ruanda. La distancia ya avisaba de que, una vez más, estaría lejos de casa... y así fue. Con sólo una hora de diferencia en este caso, me planteé cómo superar la melancolía que supone volver a estar lejos de mi ciudad en estas fechas. Me decidí por obviar que era Semana Santa. Convencerme de que era otra semana cualquiera. Aprovechar el contexto cultural y climático, radicalmente diverso, para olvidar lo que estaba apunto de acontecer... así lo lamentaría menos... Iluso de mí. El Lunes Santo, antes de dormirme, no fui capaz de aguantar la tentación, mirar el tiempo, seguir los pronósticos que impidieron procesionar a Gitanos y Crucifixión (si no recuerdo mal) y engancharme a la retransmisión del Diario Sur y de Onda Azul Málaga para sentirme de nuevo en casa. Volví a escribir un mensaje informando de mi ubicación y fue nuevamente publicado. El Miércoles Santo no me permitía trasnochar demasiado... había que trabajar al día siguiente. Pero en mitad de la noche me desperté, reactivé la retransmisión y por un instante me trasladé al recorrido oficial por el que marchaba María Santísima de los Dolores Coronada. De nuevo, gracias por aquel momento.

Uno siempre dice “nunca más” pensando que al año siguiente nada le impedirá volver adonde pertenece... pero qué difícil es cumplirlo. En esta ocasión, en otro continente: Asia, concretamente en Yakarta, capital de Indonesia. Un contrato de consultor para un par de proyectos en la Organización Internacional del Trabajo era una oportunidad que no podía desperdiciar. El precio; otra vez demasiado alto: perderme la Semana Santa. Ya no sabía si entregarme a la melancolía y seguir minuto a minuto todo lo que pasaba o darme de baja en twitter. Los días se fueron acercando y ya no quedaba amigo mío en esta capital que desconociera la Semana Santa de Málaga. Poco a poco, más triste y nostálgico. El pasado jueves, haciendo escuchar al conductor javanés “Caridad del Guadalquivir” en un taxi desde mi móvil. Viernes de Dolores, lejos del traslado de mis titulares. Sábado pensando en mis amigos que disfrutaban de la comida de portadores de mi cofradía. Domingo de Ramos... ya son palabras mayores.

Sí, estaba triste y no entendía bien que hacía aquí. Por muy feliz que se está viajando y trabajando fuera, estos momentos te hacen cuestionar su sentido. Fui a misa en inglés a una iglesia católica en este país de inmensa mayoría musulmana. Al entrar me dieron una hoja de palma. En el interior todo el mundo las agitaban. Aquí también era Domingo de Ramos. Me emocioné mientras visualizaba a los malacitanos luciendo una cruz hecha con una ramita de palma sobre la solapa de la chaqueta o camisa que estrenan para que no se les caigan las manos.



De vuelta a casa, cena y búsqueda del rincón más idóneo del edificio para obtener la mejor conexión de internet. Algo grande iba a empezar. El Diario Sur y Onda Azul volvían a cumplir con su cita y a reunirse con los expatriados que no pueden estar en casa y con los residentes que por alguna razón no pueden salir de ella. Ya se veía la Humildad, y el Huerto, y el Dulce Nombre... Los itinerarios en Yakarta anuncian que ese Dulce Nombre paseará por la Alameda a las dos de la mañana y no a las ocho de la tarde. La diferencia horaria y el trabajo reclaman ir a dormir. Al menos había vuelto a pasear por esa arboleda. Los locutores describían esa ancha calle como un caos que al pasar los tronos se humanizaba estrechándola y ordenándola. Aun estando solo a tantos kilómetros de distancia, en aquel momento, me sentí arropado.

Lo que ya era una tradición consistía en agradecer y escribir desde mi nueva ubicación. Yo dormía, pero la locutora mencionaba que el programa era seguido desde Indonesia... ¿Qué puede sentir un malagueño viendo las procesiones por internet? Pues muchas ganas de llorar... desde Indonesia. Mi madre, escuchando estas alusiones en la televisión desde su salón, también lloró.

No importa cuanta empatía puedan tener tus amigos fuera de España. Por mucho que lo intenten, nunca lo comprenderán. Este es un sentimiento que sólo conocen los que lo comparten. Los que se sienten llenos callejeando por su ciudad una nueva primavera, entre saetas, tronos, incienso y terciopelo. No, el año que viene no me la pierdo...

Por esta labor, por este servicio, por este favor, por este trabajo, por este cariño al describir lo nuestro, gracias al soporte técnico de Diario Sur y de Onda Azul que hace posible que la amargura sea menos amarga.


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2 comentarios:

  1. Me encanta hermanísimo, eres muy grande, y que buenas cosas tiene nuestra tierra. Gracias por compartir tus vivencias con todos. Un beso enorme, y que sepas que ya me he recuperado para la próxima maratón de sevillanas...Imagino que sabes quien soy....Tu superfan!!!

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  2. Precioso Manuel. Esperamos con ansias que llegue la Semana Santa y nos hagas de guía del "sentimiento". Si Dios quiere, ahí estaremos para vivirla juntos.

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