Ya he escrito en algún
post anterior que uno de los elementos distintivos de unas y otras tribus
africanas son sus características culturales. Al hablar de cultura nos
referimos a una inmensidad de expresiones y particularidades sociales que
pueden ir desde la espiritualidad hasta el acento. Una de ellas son sus
leyendas.
Una muy buena amiga
keniana me enseñó algunas de estas historias. Ella pertenecía a dos tribus: los
“lúo” por parte de su madre y los “kamba” por su lado paterno. Los “lúo”
pertenecen a la familia de pueblos nilóticos mientras que los “kamba” son bantúes.
El enfrentamiento tribal ya estaba servido. Sin embargo, esta historia de amor demostró
ser más fuerte que las desaprobaciones familiares. Fue más poderosa que los
mismos prejuicios que un europeo podría tener desgraciadamente hoy en día si
uno de sus vástagos se empareja con un gitano, un judío o un negro. Parece todavía
más sorprendente cuando estas pugnas se manifiestan en personas del mismo país,
raza y religión… Pero es así.
De esta osadía nació mi
amiga que, no sólo podía hablar las lenguas oficiales del país: inglés y
suajili, sino que también chapurreaba algo de los idiomas lúo y kamba. Este
bagaje cultural mixto le hizo conocer leyendas preciosas de sirenas y genios de
la cultura suajili que salían desnudas del mar en plena noche y enamoraban a
lugareños de los pueblos costeros que al día siguiente despertaban solos en
sitios insospechados, sin saber cómo llegaron allí.
Pero entre mis historias
favoritas están precisamente una de tradición lúo y otra kamba:
El héroe guerrero de
los lúo se llama Luanda Magere. Vivía con su pueblo en la zona oriental del
lago Victoria. Se trataba de un luchador grande y fuerte. Conocido por su
invencibilidad. No había arma que le hiriese y en cualquier batalla salía
ganador, especialmente contra sus enemigos históricos; el pueblo nandi.
Los nandi decidieron
entregarle la joven más hermosa de su tribu para así descubrir su punto débil y
poder derrotarlo por fin. Luanda Magere la tomó como esposa entendiendo que se
trataba de un acuerdo de paz. El cuerpo de Luanda Magere era en efecto
invencible, pero no así su sombra. La equivocación del gran guerrero lúo fue
revelar su más valioso secreto a su mujer que pronto escapó para contárselo a
su clan. Pronto los nandi iniciaron una ofensiva. La batalla había comenzado y
los agresores volvían a perder como siempre… hasta que uno de sus soldados
decidió seguir las exóticas instrucciones de la joven traidora y arrojó su
lanza contra la sombra de Luanda Magere. El gran guerrero lúo murió
inevitablemente y su cuerpo se convirtió en una roca que hoy es todavía destino
de visitantes y ritos tribales.
Es llamativo ver cómo
este esquema legendario se repite injustamente una y otra vez: la mujer seductora
y traidora. Recuerda a Dalila infame que despojó de su fuerza a Sansón al
cortarle su cabello. O a Adán y Eva con la manzana del Árbol de la Ciencia. No
se nos escapa tampoco el mito del talón de Aquiles y la guerra desencadenada
por Penélope.
Otra bonita leyenda
procede, según me contó, de la tradición kamba. Según ella, un cazador se
adentró en el bosque en busca de un elefante que cazar. Iba solo y después de
varias horas de camino halló tras un árbol una espléndida piel de elefante.
Pensó que sería suficiente trofeo por su día de cacería y que no requería
buscar una pieza que matar. En su camino de vuelta se topó con una preciosa
mujer que caminaba por el bosque totalmente desnuda. Atónito se acercó a ella y
le ofreció refugio. Así la llevó consigo a casa. Se enamoraron y crearon una
familia. Tuvieron varios hijos y todos ellos eran enormes y fuertes. Cerca de
su cabaña había una especie de cobertizo en el que aquel cazador guardaba todo
tipo de artilugios. También guardó allí la piel de elefante que había
encontrado el día que conoció a su esposa. Un día pidió a su mujer que se
acercara a aquella cabaña para que le trajera algo. La mujer, que jamás había
entrado allí se encontró aquella preciosa piel de elefante…
El marido, harto de
esperar salió de su morada y vio perplejo como un gran elefante se alejaba del
poblado… su mujer volvía a casa.
No os perdáis:
Genial el blog Manuel!
ResponderEliminarNo dejes de llenarlo de aventuras, recuerdos e historias.
Un fuerte abrazo!